Sexta y última semana en Portoviejo

Se acerca el final de la experiencia y hay muchas cosas por las cuales no nos queremos ir:

  • Los niños dicen que van a echar de menos a sus nuevos amigos, que les gusta estar aquí (muchas cosas nuevas), mola la cancha (se puede jugar aunque llueva) y en la casa hay iguanas.
  • A María se le está haciendo muy corto, hay muchas cosas que hacer en la escuela y la experiencia de darse es …
  • Para mi, el trabajo que estamos haciendo es más importante que el que hago en Madrid, me está gustando ver la vida de un colegio como profesor, la convivencia con las hermanas está siendo muy buena (Javier y Carlos dicen que han visto a las Hermanas reírse, cosa que no habían visto en Madrid), y los niños nos están cogiendo cariño y a lo mejor no volvemos a verles.

Y hay otras por las que sí:

  • Por ver a la familia y a los amigos.
  • Por poder contar en persona a todo el mundo lo que hemos visto y vivido.
  • Por volver a nuestra casa, colegio, barrio; con todo lo bueno que tiene.
  • Por el reto de ¿después qué?

 

16-8-2016

El pasado domingo estuvimos más tranquilos, pasando el día en Portoviejo y disfrutando en la casa de las Hermanas.

Por la mañana, recorrimos junto a la Hermana Loli el centro de Portoviejo (o lo que queda de él). Fuimos a la Catedral “Buen Pastor” que, aunque fue dañada por el terremoto, conserva la belleza y la hermosura, tanto por dentro como por fuera.

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En los laterales de su nave central, hay múltiples cuadros del Antiguo y Nuevo Testamento con motivos y personajes relacionados con la provincia de Manabí. Además, coincidimos con la llegada de una de las réplicas oficiales de la Virgen de Guadalupe, una Virgen muy milagrosa, y traída expresamente para cuidar de los portovejenses tras el terremoto.

 

Tras recorrer los interiores de la catedral, recorrimos algunas calles del centro hasta llegar a la zona cero, donde decenas de máquinas (escombreras, excavadoras y grúas) trabajan en el derribo y demolición de los edificios dañados por el seísmo y que ya no pueden recuperarse. Impresiona cómo la gente vive el día a día con gran parte de la ciudad muerta.

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Continuando nuestro paseo por otros barrios de la ciudad, regresamos a casa, donde la Hermana Caty nos había preparado una suculenta comida.

La tarde, la dedicamos a descansar y a prepararnos para otro lunes en las Cumbres, y entrar en la última semana de nuestra misión.

Como nos suponíamos, un fin de semana largo supone que los niños vienen con pocas ganas de trabajar. Cuesta arrancar algo positivo de ellos, y es necesario exigirles un poco de más atención con las tareas que llevan para casa, ya que “se les olvida”, u “otras tareas” les impiden hacerlo.

¡Ojalá pudiésemos alargar el tiempo en Portoviejo! ¡Cuántas cosas y a cuántas personas vamos a echar de menos!

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Por la tarde en el Proyecto, múltiples actividades pusieron la guinda a un día duro, pero gratificante. Los niños, que ya ven cercana la despedida, no hacen más que preocuparse de nosotros y pedirnos que no nos vayamos, unos, y que regresemos pronto, los otros.

A la Hermana Caty y Loli les fue mucho más agotador el día por culpa de unos trámites con la revisión del coche, ya que siempre falta algún maldito papel o algún imprevisto que te hace pasar horas y horas en la cola del banco.

 

El martes me levanté bastante cansado, ya que los mosquitos esa noche hicieron el agosto (nunca mejor dicho) conmigo, y apenas pegué ojo.

Ya en la escuela, y durante las clases de cultura física, estuvimos evaluando Franklin y yo a varios grados ya que esta semana se examinan del segundo parcial. Con otros, con los más mayores, nos dedicamos a organizar el partido que tendría lugar el viernes contra el colegio Juan Montalvo.

Por la tarde, llegaron unos candidatos a jesuitas, y que nos sustituirán a nosotros una vez hayamos regresado a nuestro querido y extrañado país: España.

Ahora nos corresponde explicarles a ellos cómo hemos estado trabajando con los chicos y chicas de la escuela y del Proyecto, y nos acompañarán para que podamos ponerles al día y vayan cogiendo el ritmo de trabajo en Las Cumbres.

 

 

18-8-2016

El miércoles comenzamos a trabajar codo con codo con los jesuitas. Alexis y Fernando, que así se llaman, son ecuatorianos de la zona de la Sierra, y además de la formación académica también trabajarán en el acompañamiento espiritual con los niños y sus familias.

Es como la antorcha Spínola; dejamos a los siguientes el camino para que la llama de la Educación continúe creciendo en Las Cumbres.

Yo, con Fernando, estuvimos con los niños de refuerzo en lecto-escritura, y María lo mismo con Alexis y los suyos.

Luego, con Franklin, continuamos con los exámenes del segundo parcial.

A última hora, mantuvimos una reunión con todos los profesores del centro para hacer balance de estas semanas y contar nuestra impresión y opinión sobre las dificultades que hemos encontrado con los alumnos y buscar entre todos cómo solventarlas.

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En el Proyecto me tocó esta vez estar con los pequeñitos y jugamos al corro de la patata, al escondite inglés y cantamos y bailamos “Al jardín de la Alegría”. Al terminar, nos acercamos a visitar a la familia de unas niñas hermanas y alumnas de la escuela (Nayeska y Valeska) cuyo abuelo (que ejercía de padre a todos los efectos) había fallecido esa misma mañana.

Ya de vuelta, la compra semanal en el Supermaxi, y una suculenta cena hecha por María: “blanco y negro”, o lo que es lo mismo, longanizas y morcillas, que estaban para chuparse los dedos.

 

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El jueves en la escuela tuve que sustituir a Franklin, ya que marchó con todo el grado de sexto (incluido Javier) hasta la casa del velorio del finado, y acompañar a estas hermanitas un rato. Que distinto a España, que a los niños se les aleja  de la muerte, y aquí se despiden todos de la persona fallecida y su familia.

Me dediqué, no sin esfuerzo, a organizar los equipos para el partido del día siguiente, así como las posiciones en las que jugarían todos ellos.

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Tras el Proyecto, en el que comencé a despedirme de algunos niños, nos fuimos en familia con las Hermanas hasta el pueblo de Sosote, donde estuvimos comprando recuerdos para la familia. No diré más ya que es muy probable que lean este capítulo de la crónica antes de nuestro regreso a España.

A la vuelta a Portoviejo, paramos a comprar en una frutería en plena carretera mangos de chupar y una sandía, para tomarlos durante estos últimos días en Portoviejo.

 

19-8-2016

Hoy ha sido un día muy especial; quizá el más sentido. Ha sido nuestro último día en Las Cumbres, tanto en la Escuela como en el Proyecto.

Aunque los sentimientos son a veces inenarrables, voy a intentar acercar a ustedes los lectores de esta modesta crónica, los pormenores de este viernes, imborrable en nuestra mente y en nuestro corazón. Así como también todo lo que recibimos como familia por parte los niños, los profesores, y toda la Comunidad Educativa de Fe y Alegría.

Llegamos muy ilusionados a primera hora de la mañana, pues sabíamos que se terminaba una etapa muy importante en nuestra vida como familia. Una etapa que abrirá otras muchas en España, o en el lugar del mundo donde nos encontremos en el futuro.

Comenzamos el día con la llegada de los chicos y chicas del Juan Montalvo, que iban a enfrentarse con los nuestros de 8º, 9º y 10º grado.

Yo ejercí de entrenador de los diferentes equipos que formamos durante estos días pasados. Todo fue bien salvo un brazo quebrado con rotura del cúbito y radio de un chico del cuadro visitante. Tuvimos que llamar a un taxi para trasladarlo urgentemente al hospital.

María con los distintos alumnos no paró de animar a los equipos de la escuela: “Sol, sol, sol, queremos otro gol”.

Una vez finalizados los partidos, comenzó un emotivo programa hacia nuestra familia, los Navarro Jiménez (siendo humildes, no nos merecíamos tantos agasajos y parabienes): bailes, poesías, obras de teatro, y cartas dedicadas, que los niños habían preparado con gran ilusión, y que nos hicieron soltar alguna lagrimita y que nuestra garganta sufriera congoja transitoria. Es cierto que se coge mucho cariño a los niños, y mucho más cuando se conoce las realidades familiares de muchos de ellos. Nos despidieron con tres palabras: GRACIAS, FE, y ALEGRÍA.

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María, los niños y yo, estamos muy agradecidos por toda esta estupenda y maravillosa acogida por parte de todos, y esperamos haber podido aportar algún granito de arena con nuestra labor y quehacer diario.

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Tras concluir este emocionante acto de despedida (o mejor, de un hasta luego), y tras agradecer a los profesores su ayuda y atención para con nosotros desde el primer día, nos dirigimos al Proyecto, donde tras la primera hora de refuerzo y ayuda en las dudas con los deberes, quisieron ellos también homenajearnos con cartas de despedida, y con un entrañable baile de ulas. También quisimos despedirnos de ellos bailando todos juntos de nuevo, la canción “Madre Tierra” de Chayanne, que tan bien habíamos ensayado las semanas anteriores.

La despedida para con todos los niños del Proyecto, de la Escuela de Fe y Alegría y de los centros Eloy Alfaro y Juan Montalvo, hizo emocionarme, ya que muchos de ellos viendo que se acercaba nuestra partida, no querían dejar de abrazarme y agarrarme para que no me fuera. Algo habremos hecho bien, ya que el cariño y el amor con lo que nos han tratado a los niños, a María y a mi, como ya he dicho en el comienzo de esta crónica, es algo inenarrable.

Por supuesto, tuvimos un acto de despedida también, con el personal de Fe y Alegría, con Yadira, con Neil, con Lucía y Fernando, con quienes hemos estado trabajando codo con codo para hacer un poquito más felices a los niños del barrio. Quisiera también agradecer la labor de las cocineras, que cada día nos alimentaban con platos hechos con infinito cariño para nosotros y los niños; y a los guardas que velaban cada momento por la seguridad y el orden en todo el recinto del Proyecto.

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Agradecieron mucho nuestro testimonio como familia. Con una gran tarta y una figura hecha con tagua, nos despedimos y regresamos a casa, con las emociones de lo vivido a flor de piel.

 

Ahora toca hacer balance de estos días, preparar las maletas, despedirnos de la Comunidad de Hermanas de Portoviejo, y disfrutar de unos días en la capital de este gran país: Quito.