Angola II. La Salud… lo primero

Mentiríamos si dijéramos que hay que estar en un hospital trabajando o ser “paciente” para conocer la salud de un país… En profundidad quizás si, pero no es del todo necesario. El que alguien precise de tu ayuda es más común de lo que pensamos.
En el campamento Spinola, tuvimos el primer choque de realidad. Un niño que presentaba dolor muscular, fiebre muy alta, vómitos, dolor de cabeza y resfriado. Desde nuestra mirada occidental era COVID, pero las hermanas afirmaban que se trataba de paludismo. Menudo cambio de pensamiento. Algo de medicación para los síntomas, y mucho descanso. Listo.
Otra de las mañanas fuimos con la Hª María Cuenda y Félix, uno de los jóvenes Spinola al mercado… tuvimos que parar en una clínica para un recado, y tras arrancar el coche para continuar el camino, entre conversaciones interesantes y risas varias, la Hª María dijo: “Ahí hay una chica a punto de parir”. Echamos una mirada atrás y vimos a una chica bastante joven en el bordillo de la calle, acariciando su barriga. Sin dudarlo, nuestro coche fue marcha atrás y tras hablar con ella un rato y comprobar que se encontraba bien, que tan sólo esperaba a que llegara su madre, decidimos esperar con ella y acercarla al Hospital. No todo fue tranquilidad pues nos aseguró que días atrás había tenido que ir a revisión por hemorragias anormales y en la mano presentaba un poco de sangre. De camino al hospital, en el coche, sentía un revoltijo de emociones que nunca había sentido: por un lado, expectación y deseo porque la cabecita de la criatura no asomara antes de tiempo, por otro, valentía y ganas de ayudar a que ese niño, sí nacía, viniera de la mejor manera, por último, nervios, que en mi caso se traduce en conversaciones un tanto inusuales que culminaron en el “bautizo” del menino: Paquito.
De camino al mercado, pensé en cómo hubiera llegado Stela, la chica, y su madre al Hospital si no la hubiéramos llevado nosotros. La escasez de ambulancias, la lentitud del aviso y la extensión tan grande de Luanda hace imposible que la atención llegue a tiempo. Cuando las hermanas me contaban esto, se me pasaba por la cabeza una parada cardiorrespiratoria o cualquier otra emergencia. ¿Que pasa en estos casos? Vecinos, personas cercanas, todo el mundo se acerca a ayudar, y si tienen coche mucho mejor, y mucha oración.

El puesto de salud se encuentra dentro del recinto de la Escuela y la Comunidad. La gestión corre a cargo de Cáritas. En él trabajan 3 enfermeros, técnicos de laboratorio, y un medico. Este último pasa consulta un día en semana. El resto de los días son los enfermeros los que pasan consulta, mandan pruebas y prescriben el tratamiento. Muy diferente a lo que acostumbramos en España.
Llama la atención el tamaño del puesto de Salud, y aún más lo apañado que es, con tres consultas (pediatría, adultos y obstetricia y ginecología), una recepción, una farmacia y el laboratorio. Y aún queda sitio para un vestuario y dos servicios. El primer día me encuentro con una mujer embarazada con vomito, diarrea y deshidratación que había que poner suero con vitaminas para reponer. Me dispuse a cogerle la vía y fue en ese momento cuando me di cuenta los recursos con los que contamos en España y que aquí, con menos recursos, hacen el mismo trabajo. En vez de un compresor, un guante. En vez de vía, la misma palomita para sacar sangre, y el suero, con una aguja para facilitar la entrada de la medicación. No es momento de pensar en que también es una entrada al ambiente para contaminar el suero. Material para fijar la “vía” no hay. Vale con un poco de esparadrapo y pedirle a la paciente que no mueva el brazo.
Los pacientes van entrando y saliendo de la consulta, y sólo me sale poner toda mi atención por ayudar, dar con el diagnóstico a pesar de mis escasos conocimientos en enfermedades tropicales y a la vez, por pedir lo justo y necesario porque todo sale del bolsillo de ellos. Lo que yo pienso que puede ser, la analítica que quiero pedir, se acaba limitando porque en el laboratorio no lo realizan o porque aquí ese tipo de síntomas van por otro lado.

Durante la semana, han sucedido dos acontecimientos que sin esperarlo ni planearlo, han hecho que seamos más conscientes de lo que significa la salud aquí en Angola.
El domingo, después de la Eucaristía por la mañana, la Hª María Cuenda, detectó que algo no iba bien en la caseta del guarda de la Escuela. Domingo, el guarda, estaba sufriendo una crisis epiléptica. Estaba convulsionando sentado en una silla del plástico, inconsciente y a punto de caer al suelo. Alrededor, el guarda del puesto de Salud y otro compañero, simplemente observan. A mis indicaciones todos respondieron con rapidez. Tras una segunda crisis, esta vez de ausencia y desorientación, tardó media hora más en recuperarse. Tras hablar con él para ir al Hospital, la respuesta fue clara, hacía meses que no le ocurría una crisis. Había probado medicina tradicional, medicina convencional, y ahora estaba con los rezos. Eso es todo. Rezar.
Días después, fuimos a visitar a una chica de 20 años con hemorroides externas dolorosas, que le imposibilitaban andar. Tras verla en la casa, muy agradecida, nos enseñó la pomada que utilizaba. Era natural. Al día siguiente acudió a la Comunidad buscándonos para ver qué otro tratamiento podría utilizar.
Tras recorrernos tres farmacias, donde sólo tenían pomadas de ingredientes naturales, conseguimos una pomada antihemorroidal con medicación. A la salida de la farmacia sus palabras fueron: “Muchas gracias, si no fuera por ti, no podría pagar esa pomada. Es demasiado cara” me decía con un portugués que gracias a Dios vamos entendiendo con menos dificultad.
Aquí todo es de Dios. Si no tienes dinero, no vas al médico, reza y cuídate con lo que tengas.
Nadie vive entre algodones, ni siquiera los bebés que juegan con tierra en el suelo y lo que hay a su alrededor. Tan solo algunos mandatarios que tienen que recurrir a la sanidad de otros países cuando aprieta en ellos su necesidad porque saben que la que ellos mismos “sustentan” en Angola es incapaz de asegurar una atención digna para las personas.

En España creemos intuir la pobreza de otros países. Pero hay que estar aquí para conocer la realidad. Te das cuenta que, simplemente se vive con lo que hay. ¿Pobreza de recursos? Angola es un país muy rico en recursos de las que se aprovechan otras potencias mundiales posibilitado por un gobierno corrupto. ¿Pobreza material? Si. Es pobre en políticas dedicada a garantizar que las necesidades básicas de la población están cubiertas. También es pobre en métodos de educación que garanticen la inclusión de todos los alumnos por igual. Todo ello hace que, desde nuestra burbuja, veamos carencias educativas y médicas. En cambio, a nosotros no nos ha faltado de nada cuando hemos visitado la casa de alguien. Hay personas trabajadoras, madres que llevan adelante su trabajo, su casa y 7 hijos, y aún tienen fuerzas y ganas de prepararte la cena más rica que podrás probar aquí.
Te das cuenta que en España somos pobres teniendo más cosas materiales. Pobres en regalar tiempo. Una sociedad pobre que pierde de vista lo esencial por mirar nuestro propio bienestar. Intentas ponerte en una piel que jamás vas a estar, porque nadie camina en sus zapatos, sólo ellos. Vivir con las Irmãs nos ha enseñado a aprovechar cada recurso al máximo. Que todo se puede compartir. No hace falta nada más si Dios está en el centro.