Paraguay es un país que se sitúa en el centro de la placa tectónica sudamericana, por lo que los terremotos aquí son muy poco frecuentes, y los que se dan son de muy baja intensidad. Sin embargo, este país es capaz de provocar temblores de tierra que no pueden medirse y que no aparecerán en ningún registro oficial…. En julio de 2018 se registró por la zona de El Bañado uno de los más fuertes ocurridos en los últimos años….

Esta es la mejor metáfora que he encontrado para describir mi sensación la primera vez que bajé al barrio de El Bañado en Asunción, Paraguay. Aunque la sensación se ha repetido en otras ocasiones a lo largo de estos dos meses, ésta primera fue la más fuerte que recuerdo.

Un terremoto lo descoloca todo. Es capaz de derrumbar los cimientos más fuertes y profundos, acabar con proyectos de vida que llevan años edificándose. Y cuando todo en lo que creías tiembla y amenaza con destruirse, tu mirada cambia, tu manera de ver las cosas se transforma. Perspectiva. Lo que creías importante pasa a ser accesorio. Las cosas que dabas por supuestas pasan a ser vitales. Esto es lo que me ha pasado por dentro. Y es que…

El terremoto paraguayo descoloca tu sentido de la propiedad. Desde que llegas, lo que tienes pasa a estar al servicio de todos. Viviendo en comunidad, nada es tuyo. ¿Pensando en quién has hecho la maleta?

El terremoto paraguayo hace temblar tu concepto de imagen. Tu ropa ¿te tapa?, ¿te protege del frío? ¡Pues andando! No todos pueden decir lo mismo. El tiempo embobada delante del armario son conversaciones que no ocurren, miradas que no se encuentran.

Los temblores del suelo te recuerdan que eres igual de guapa sin maquillaje. Y los niños que eres mucho más libre sin espejo.

El terremoto paraguayo sacude tu forma de sentir y percibir el frío. Tus quejas cuando empieza a llover. Porque no en todas las partes del mundo la lluvia significa atascos. Hay muchos suelos de barro, techos de hojalata. Y sólo los afortunados tienen chanclas.

El terremoto paraguayo te permite reconocer lo realmente importante. Disfruto viendo cómo se apaga poco a poco el olor a aceite de árbol del té a medida que pasan los días. Los piojos se miden en abrazos. Y lo que de verdad necesitas, cabe en una sola balda del armario.

El terremoto paraguayo también agita tus prejuicios. Vivir en una chabola y encontrar la dignidad en un iPhone también es pobreza.

El terremoto paraguayo cambia tu mirada. ¿Tus gafas te permiten ver lo extraordinario en lo ordinario?

El terremoto paraguayo hace tambalear tu concepto de generosidad. ¿Qué se puede dar cuando no tienes nada?

El terremoto paraguayo agita y recoloca tu fe. Hay cosas que he visto y oído que no puedo explicar si no es por la existencia de Dios. ¿A qué te agarras de verdad cuando el suelo se resquebraja bajo tus pies?

El terremoto paraguayo resquebraja tu idea de felicidad. Cuando no tienes nada, y no te hace falta nada, sabes bien dónde ir buscarla.

Lo bueno de los terremotos es que permiten empezar de cero. Ninguna ciudad volvió a ser la misma después del seísmo. A veces es necesaria una buena sacudida para volver a colocar todo en su sitio y seguir levantando nuestro edificio. Pero esta vez… ¿volverás a construirlo de la misma manera?

Ana Micó