Después de esperar y esperar un visado que no terminaba de llegar, me encontré de la noche a la mañana subida a un tren camino a Luanda. Dejar a mi familia en la estación María Zambrano fue un momento difícil, sentía la mirada de los míos, intentándome convencer de que no me fuera.
La acogida de la comunidad de Luanda fue lo que necesitaba en ese momento, sin conocerlas, ya me sentía arropada. La familia Spínola se hacer sentir igual sea el país que sea.
A la mañana siguiente no pude estar mucho tiempo en la cama, quería conocer la escuela, el puesto de salud, la gente con la que iba a convivir… Me llamó mucho la atención la forma de trabajar de los sanitarios, muchas limitaciones en cuanto a recursos y la dificultad en la formación. La escuela da vida a este lugar, los niños no paran de un lado a otro y se hacen querer, porque piden a gritos mucho cariño.
De lunes a viernes estoy en el puesto de salud, y como está de vacaciones la matrona, estoy viendo a las embarazadas. Cuando hay demasiados adultos o niños también echo una mano a mis compañeros. Aquí los niños los ve un enfermero, que hace control de peso y pone vacunas, junto con otra enfermera. Los adultos los ve un médico que es de Filipinas.
Tenemos un laboratorio donde podemos hacer análisis y eso ayuda al diagnóstico, aquí el paludismo y la fiebre tifoidea son las patologías más frecuentes. Estoy aprendiendo mucho porque estas enfermedades están extinguidas en nuestro país, y lo primero que hice fue observar la forma de trabajar y estudiar cada una de ellas.
Me llama mucho la atención lo jóvenes que son aquí las embarazadas, la mayoría a los 16 años ya tienen hijos. Aquí la falta de pensión cuando te haces mayor se cubre con hijos que te mantengan, así que cuantos más hijos tengas, más seguridad tienes para tu vejez. Una gran diferencia con nuestra forma de plantearnos la maternidad.
Por las tardes hago revisión a los niños de la escuela, busco patologías a las que se pueda dar solución: déficit de higiene bucal, disminución de la agudeza visual y control de peso y talla. Lo siguiente es hablar con los padres, a ver qué se puede hacer…
Los miércoles, jueves y viernes José Luis y yo llevamos los grupos Spínola que comienzan cuando acaba la escuela. Como aquí ha sido la semana de los fundadores, hemos trabajado la vida de cada uno y hemos hecho concursos y juegos… se lo han pasado muy bien. Hoy hemos tenido el grupo de los mayores y ha sido sobre autoconocimiento.
Los sábados por la mañana voy con Concha a visitar a los enfermos y a darles la comunión a los que no pueden salir a misa. También de camino cae alguna consulta. Disfruto mucho de este momento porque me siento muy cómoda entre las personas mayores. Me sorprende cómo se mueven aquí con la artrosis que presentan y sin tomar ni un analgésico. En nuestro mundo tenemos muchas comodidades que aquí no tienen y necesitamos tomar más y más comprimidos para aliviar el dolor. ¡Qué poca tolerancia al dolor y al sufrimiento tenemos!
José Luis y yo estamos preparando unas charlas de Educación sexual, sobre todo para los de sexta y séptima, y también a algún grupo de catequesis de los sábados por la tarde.
Los domingos hemos visitado la ciudad, fuimos a la profesión de un sacerdote salesiano y nos regalaron entradas para la exposición internacional FILDA 2014. Estos momentos también me ayudan a vivir mi fe en comunidad. Las religiosas nos han abierto su casa para compartir con ellas una experiencia que para nosotros es fuerte, y nos ayudan a sobrellevar algunas situaciones. Comprender esta cultura, a veces, es difícil y tenemos que hacer un esfuerzo por abrir nuestra mente y nuestro corazón para aceptarlos así.
Está siendo una experiencia de encontrarme conmigo misma, con mis limitaciones; de sentirme querida por el Señor; y de cómo Él está tan presente en la vida de los de aquí. Sólo me sale decir: GRACIAS.
Elisa Meléndez