Punto… ¿Y final?

Un mes y tres semanas, cincuenta y tres días, mil doscientas setenta y dos horas e incontables minutos y segundos. Esos son los datos en números de nuestra estancia en Ayolas, pero unos datos, que nunca reflejarían todo lo que hemos vivido allí.DSC_0179.JPG

Siete semanas, donde hemos convivido seis personas de distintas partes de España, distintas formas de vida, estudios muy diferentes (psicología, derecho, óptica, enfermería, comunicación, magisterio…) y personalidades tan dispares como nuestras procedencias. El ser tan distintas las unas de las otras nos ha dado la oportunidad de crear una COMUNIDAD distinta, donde cada una ha podido aportar su granito de arena en este escaso mes y medio. A esta aventura, se unía el vivir frente por frente con nuestras hermanas, nuestra otra comunidad, donde siempre nos hemos sentido bien recibidas, queridas, escuchadas y donde siempre nos han cuidado como a miembros de la misma familia. Creo que no podríamos sentirnos más agradecidas con ellas: Máxima, Jose, Lola.voluntarias y monjas

Es difícil expresar todo lo visto, vivido y sentido en este tiempo aquí, en el corazón de América, hemos visto muchas sonrisas, muchos buenos momentos, hemos aprendido cosas que en la otra parte del mundo no sabemos, y también hemos visto muchas familias empobrecidas (pero no por ello infelices), niños sin una educación, y en definitiva, muchos problemas aún por resolver, en resumen, aún queda mucho por hacer en este mundo.

Siguiendo con nuestra historia, el estar en los barrios, nos ha aportado la dosis de realidad necesaria para chocarnos con nuestros idealismos, nuestra mente más o menos cerrada, derribar los prejuicios y abrirnos a todo lo que nos llegue. Todos esos días en nuestros queridos barrios de San Isidro con los más pequeños y en San Rafael nunca pasarán desapercibidos en nuestro día a día, donde siempre tendremos presente todo lo que hemos vivido con ellos, por eso, el despedirnos de ellos fue tan difícil, después de conocer su realidad, su vida… y justo cuando comienza a encajar todo en tu día a día, toca el momento de decir adiós.DSC_0693

Vivimos nuestras despedidas con los barrios de una manera muy intensa, donde primero nos despedimos de los alumnos y las profesoras de la escuela, que tanto nos han dado y enseñado, cincuenta y dos niños que siempre recordaremos, y a las profesoras Ina y Luz que tanto se dan por ellos.

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Con los chicos de San Isidro fue una despedida cortita porque todos estábamos un pelín nerviosos, pero una despedida que nunca olvidaremos, cargada de cariño y buenos momentos con ellos.DSC_0676

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Al día siguiente, nos tocó despedirnos del barrio de San Rafael, una despedida que a los chicos se les hizo más “fácil”, ya que tenían ese día también  celebraciones por el día del niño. Como en este barrio los niños eran un poco más mayores, fueron un poco más conscientes de que ya si que nos marchábamos, por lo que nos invitaron a volver y nos despedimos con un fuerte abrazo de cada uno.DSC_08932b22fba5-5dd9-4185-9b4b-025123bb2b94

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La noche antes de irnos, el párroco del barrio, junto con los jóvenes, las Hermanas, y mucha gente del pueblo, nos preparó una misa de despedida, donde vivimos con mucha emoción nuestro adiós a este pueblo que nos ha dado tantísimo en este breve periodo de tiempo. Tuvimos un rato para compartir luego, donde nos sentimos muy afortunadas por formar parte de esta gran familia.

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Nuestras últimas despedidas fueron con las hermanas y con los jóvenes del pueblo, que no contentos con la celebración de la noche anterior, todos los jóvenes, se presentaron la mañana de nuestra partida en casa para despedirse de nosotras. Acabamos compartiendo un pequeño almuerzo con ellos y nos acompañaron hasta el colectivo, donde nos despedimos con la promesa de vernos alguna vez más en nuestra vida, aunque no importaba donde.

Pero citando a nuestro pa’i en la noche de la despedida, en vez de decir adiós diremos gracias; gracias por este tiempo que tanto nos ha dado, gracias por la acogida que ha tenido el pueblo de Ayolas con nosotras, gracias a las Hermanas por ser nuestra familia más cercana, gracias a los jóvenes por su amistad desde el momento de nuestra llegada hasta que nos subimos al colectivo que nos llevaba a Asunción, y gracias a todos los niños por darnos su cariño siempre.

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Sabemos que realmente, este no es el punto y final de nuestro voluntariado. Es un punto y aparte o incluso un punto y seguido. Nuestra vida en Paraguay se acaba, volvemos a casa, pero ahora es realmente cuando el voluntariado se lleva a nuestra vida diaria, ahora es cuando vivimos el voluntariado cada día, la experiencia sigue y nunca acaba, o ese al menos es nuestro trabajo a seguir.

voluntarias

Aguije Paraguay, siempre en el corazón.

Aitana, Ángela, Julia, Laura, Lorena y Macarena.